El
lugar era como un oasis en el desierto que se había convertido la
ciudad. Todos las personas que allí se encontraban tenían un
carácter afable, Bajaron todos a recibir a los cinco.
El trato era
cordial. Incluso los más pequeños se mostraban cariñosos.
Robert, estaba asombrado. -Mi nombre es Diego, amablemente le tiende
la mano. -Mi esposa Paula, refiriéndose a la mujer de los bonitos
ojos verdes.
Comenzaron a presentarse uno a uno. Era una comunidad pequeña, parecía una gran familia. Robert estaba fascinado.
Eran muy pocos los que parecían
haber sobrevivido, y lo fascinante para Robert era que todos eran españoles de distintos orígenes .
-Estamos gratamente sorprendidos, comenta Rebeca, esperábamos más hostilidad.
Paula les responde. -Esto es Vallecas, aquí todo el mundo es bien
recibido. -Veo que eso no ha cambiado, responde Robert orgulloso.
Un
joven de origen chino da un paso al frente y añade. -Depende de las intenciones
que traigan.
-Todos hemos visto a través de Rumbo que en sus ojos no
hay maldad, solo vemos tristeza y confusión.
-¿Y los demás?, dice
una joven sudafricana, ¿que habéis visto en sus miradas?,
-Mirad esos trajes que llevan. -Quien nos dice que no forman parte de los
que tienen sometido el planeta. Insiste desconfiada. Diego se dirige
a todos.
-No son culpables de nada, lo que en sus ojos vemos es
mucho miedo, confusión y sobre todo ingenuidad.
Los
niños van trayendo unos cojines que van colocando cerca del fuego.
Paula dice, -vamos a sentarnos, os mostraremos como es este lugar. -Y
hablamos, -son demasiadas cuestiones las que tenemos que clarificar.
Robert confundido le dice, ¿mostrarnos este lugar?, entonces porque
nos sentamos. Paula responde, -Ya tendremos tiempo para dar una
vuelta. Diego entonces llama al perro. -¡Bicho!, haznos en favor.
Entonces a desde de la pantalla se ven unas imágenes.
Rumbo sale de la sala , y como en un documental, les van explicando
lo que están viendo a través de los ojos del perro.
Un
largo pasillo lleva hasta las estancias de cada familia. Estas están
construidas en el túnel que llega hasta el Pozo del Tío
Raimúndo.
Un gran callejon parecido a la calle donde vivía Robert.
Con pequeñas casas parecidas a las llamadas Domingueras.
-Esto
me recuerda donde yo vivía hace mil años. Diego pensaba que solo
era una forma de hablar. -¿Mil años?, no pareces tan mayor para
haber conocido esto antes del desastre.
-Soy de la Calle Serena. Nací en 1965. .y claro que he conocido este barrio
cuando tenia vida, mucha vida. -Aquí vivía muy buena gente. Paula y
Diego se miran.
-Eres la persona que confirma lo que pensamos que esta
sucediendo desde hace años. -Lo que no sabias que estaba pasando
desde hace tanto tiempo.
-Eso es lo que necesito saber. -¿Que es lo
que esta pasando?. Robert entonces les cuenta donde se encontraba. Me
despertaron ellos. Pero no entiendo como termine allí.
-Hace unos trescientos años dejaron de aparecer los que llamábamos
Templarios.
-¿Porque Templarios?, pregunta Robert. -Porque aparecían
igual que que ellos. Montados a caballos y con unas ropas negras, y
con cascos de esa epoca que les protegía del fuerte viento arenoso.
Mataban a unos y se llevaban a otros.
-Ya
no quedaban casi personas. -El sol dejo de dar la vida, no quedaba
nada. Ni vegetación, ni animales.
-Ni siquiera las cucarachas
sobrevivieron, dijo Lee, el joven oriental. La oscuridad dio paso a
un clima devastador. -Durante años estuvo lloviendo solo arena. No
caía del cielo. -Venia de del sur de manera horizontal. -Lo que
hacia imposible sobrevivir.
-Nuestra comunidad comenzó como una asociación de vecino. Y lo mismo
que se hizo en tu epoca con las casa llamadas domingeras. Rebeca
interrumpe. -¿Porque domingueras?. -Porque esas casas las
construyeron un grupo de vecinos.
-Iban haciendo sus casas los días
que tenían libres, los domingos. Todos trabajaron en todas y cada
una de las casas.
-Por entonces los hombres estaban muy preparados
para esos menesteres, pues este lugar fue un barrio obrero.
-Robert emocionado comenta. Lo recuerdo perfectamente.
-Mi padre era un buen
fontanero, él con otros compañeros se encargaron de la fontanería.
-Había de todas las profesiones, añade, -y les quedó un barrio
muy chulo para esos años. -Casas con dos plantas , -y un gran jardín.
Paula le comenta, -nosotros no hemos olvidado de donde venimos. -Esa
forma de convivir fue una de nuestras referencias para formar nuestra
comunidad.
-Mientra los problemas iban siendo más grabes, nuestro
mayores comenzaron a construir lo que en principio iba a ser un
refugio. Lo hacían clandestinamente. Este lugar estaba completamente
enterrado.
-Los
que pudieron sobrevivir lo hacían en las ultimas plantas de la Torres. Salían de noche.
-Porque entonces salir a la calle era muy
peligroso.
-No solo era el frio y la arena, que golpeaba tan fuerte
que te tiraba al suelo. -Cuando salían a trabajar, -lo hacían atados
para que si volvían a casa lo hicieran todos, -si no ninguno
regresaba.
-En
la sala donde pasé todo este tiempo tiene que estar la respuesta de lo
que ocurrió.
Jan
y Paúl. -Todo esto es sorprendente. -No llegamos a entenderlo. -No sabíamos nada de lo
que nos contáis. -Estamos seguro que en nuestra estación nadie sabe
de vosotros. -Tampoco de la sala donde encontramos a Robert.
En
la pantalla se ve un gran plato de comida, parecía pasta con tomate.
Y el perro rebañando el plato con la lengua. -Rumbo a dado cuenta de
la cena de alguien, comenta Diego. Todos ríen.
Paula le replica al perro. -¡Rumbo!, -ya esta bien. -Continua, le
ordena. El perro llega a la estación del Pozo. Robert admirado por
lo que ve, pregunta, -¿En un invernadero?. -Algo así, le dicen.
-Mañana os mostraremos el resto, -donde preparamos todo lo
referente a nuestra alimentación. -Ahí no dejamos pasar a Rumbo.
-Ya entiendo dice Robert con una sonrisa.
Diego dice. -Se
hace tarde, es hora de cenar. -Después descansaremos y mañana será
otro día.
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