lunes, 6 de mayo de 2019

Capitulo VII EL ENCUENTRO



  Robert, no quita la vista de la ventana, sube una duna para tener mejor vista de lo que era su barrio.

 Esta prácticamente sumergido en arena. Solo se pueden ver los tejados de los edificios mas altos de la Avenida de Entrevias.

 Se arrodilla, su lamento resuena en todo el lugar, su voz quebrada se pierde poco a poco en forma de eco.  -¿Que ha pasado aquí?, decía desolado, repite gritando, esta vez más fuerte.

-¿Que ha pasado?, y ¿que me ocurrió?, ¿que pasó con mi familia?.

  Apunta con el rifle a las dunas. Dispara, levantando enormes nubes de polvo, descargando su rifle, descargando su rabia. 

 -No habíamos visto jamás a nadie con tanta tristeza, le dice Rebeca. -Tu familia significaba mucho para ti, ¿verdad?, claro, responde Robert con gesto serio, mientras una lagrima se desliza por su cara -eran todo, eran mi vida. 

  Por su cabeza pasan muchos de sus recuerdos, su mujer y su hija, toda su familia. Se pregunta, que ha podido ser de tantas y tantas generaciones, y que habría sido de los suyos, y de sus amigos. 

 Los recuerdos se hacen un poco más claros. -¿Que estás pensado?, le pregunta Rebeca. Intento recordar como me apartaron de mi familia, y consiguieron meterme en esa puta capsula casi mil años.

  Mirando de nuevo a la ventana, Robert puede distinguir que está asomada otra vez la mujer, esta lejos, y a través de la mirilla la distingue mejor que antes. Era una chica de unos 14 años, la cara de la joven expresaba tristeza. 

 Entonces Robert le dice al grupo, tengo que ir a ver quien es esa chiquilla, es la única que puede tener alguna respuesta. 

  Cuando se dispone a ir en busca de la joven, sale el perro y le muerde en los bajos del pantalón, como impidiendo que se acercara a la chica. -¿Que quieres?, le dice , el animal se dirige a la entrada de la estación y le ladra, y se adentra.
 Esta bien, creo que vamos a ver donde se esconde este perrete.
  
 La entrada era como un gran tobogán, pues la arena cubría las escaleras. Robert es el primero en deslizarse, les grita ¡vamos, bajar!. -¿Que ves ahí dentro?, le grita Rebeca, -nada, esta todo muy oscuro.

  Espera le dice, y se deslizan los cuatro. Robert se sorprende, pues ve bajar a los cuatro, iluminando poco a poco donde estaba Robert, como si cuatro bicicletas vinieran hacia él con la luz encendida. 

 Llegan abajo y se ve un gran túnel. Pues los trajes que llevan tiene una pequeña linterna en el pecho.
  
 -Bien, vamos a ver donde se ha metido este perrete, y se dirigen hacía adentro. -No entiendo como en mil años esto no ha cambiado tanto. 

 Robert, -Las paredes siguen teniendo un aspecto muy parecido. -Creo que el desastre ocurrió hace más tiempo de lo que parece. -Estos carteles de publicidad son de casi de mi época.

  El pasillo se desvía a la derecha. Se encuentran con una estancia que no parece tener salida. 

 Solo unas viejas maquinas expendedoras al final. Una de ellas tiene la puerta entreabierta, de donde sale el perro, como indicando a Robert el camino. 

 La maquina era un acceso a otro gran pasillo. Una vez dentro. -¿No notáis ese olor?, dice Robert. Si contestan, huele a humo. 

 Apagar esas luces, les dice Robert. Cuando apagan las luces, se hace la oscuridad, una luz parece verse a la vuelta del pasillo, esta parece como parpadear. 

 Robert dice alguien está ahí, eso es una hoguera. Cuando giran se encuentran en una sala enorme, con una gran cúpula, de la que colgaba una especia de campana extractora, con una chimenea grande en el centro de la sala. construida de ladrillos. 

 El lugar era grande, un tanto rustico, como imitando el interior de un castillo medieval, pero construido de ladrillos y pedazos de baldosas, no se correspondía con ninguna época conocida, ni para Robert, ni para los demás.  

 Aunque era acogedor y caliente. Robert, por primera vez parecía encontrar algo parecido a su hogar. Pues comienza a sentir cierta calma.

  Cuando tratan de acercarse al fuego una voz les advierte. Venia de unos grandes altavoces. -Con mucho cuidado deja el arma en el suelo, le indica esa voz. 

 Robert obedece, y deja su rifle, -No queremos problemas, no queremos hacer daño a nadie. -Somos.., la voz le interrumpe. Ya sabemos quien sois. 

 Se enciendo una pantalla como la de un cine. En la que se ve a los cinco frente al fuego. La pantalla parpadea. En gran tamaño se ve la lengua del perro, lamiéndose sus partes.  

 La imagen de los cinco se agranda. El perro sale de entre la oscuridad, se va acercando moviendo la cola, se hace más grande la imagen de Robert en la pantalla. Robert se agacha y acaricia al perro. 

 Claro por eso que tienes esos ojos tan bonitos perrete, le dice. Se va iluminando la gran cúpula, unas cien personas se asoman como en un entresuelo de cine, algunos llevan antorchas que van dejando en la pared. 

 El lugar ahora puede verse con claridad. También a las personas, entre los que había algunos niños. 

 Sus ropas eran como la que llevan los que habitan el desierto. De un color beige, como el de la arena. 

-Se llama Rumbo, le dice el que parecía mayor de esta pequeña comunidad. Él es nuestros ojos, y nuestros oídos. 

 Cuando escucho el ruido de tu rifle se acerco para observar que ocurría. Os ha estado siguiendo desde entonces. 

 De pronto un ruido, la puerta de la maquina expendedora parece haberse cerrado.
 Aparece la joven de la ventana con su rifle colgado del hombro. -Veo que también habéis conocido a Veronica. 

 Ella es nuestro Ángel de la guarda. -Un Ángel con muy buena puntería por lo visto, dice Robert mirando a la joven.

-Entonces ya sabréis que no buscamos problemas. Lo único que buscamos son respuestas, dice Robert. 

 -Lo sabemos, le contesta una mujer,  muy hermosa, también parecia la mayor del grupo. Tenia el pelo blanco azulado, y unos ojos verdes preciosos. Con una dulce voz le dice a Robert. 

 -Si os hemos traído hasta aquí ha sido por el mismo motivo. -Encontrar alguna respuesta.




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Capitulo XXI LOS REFUERZOS

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