La
primera en despertar es Alba. -Maestra he tenido una pesadilla
horrible. Robert solloza, yo también.
Alba,
-tuvimos un accidente en el tubo de desplazamiento. Robert salta,
-joder, no ha sido un sueño.
Se
van despertando todos. Jan dice, -eso que bebimos ayer era alcohol, -lo
dimos una vez en clase de historia, -lo prohibieron al final de la
prehistoria. Robert afirma, -ahora si me creéis, ¿verdad?, con una
tremenda resaca.
-Tenemos
que pedir ayuda. -¿a quien?, dice Robert, -todo esto es muy extraño.
-¿quien es esa Maestra?, pregunta, mientras se moja la cabeza en el
chorro que continúa cayendo del techo.
-Dónde
se supone que estamos, pregunta Jan, a lo que Robert responde, -no lo
sé, ni siquiera se cuando. Los
cuatro responden a la vez, -eso si lo sabemos, en el nuevo año 503. -Y
una mierda, yo nací en 1965.
Paul,
-ya sabíamos que eras de la prehistoria. -Si claro, y mi mascota era
un velociraptor, le llamábamos uñitas Robert responde entre risas.
-Ves,
Paul le dice, -no hay nada más que verte y escucharte. -Jan es experto en historia, le dice Paul, el te puede poner al día.
Jan
le cuenta, -en 2500 el sol comenzó a perder luz, y todo tipo de vida
fue desapareciendo. Sólo
unos pocos lograron sobrevivir.
-¿Como?, pregunta Robert, -primero
aprovechando las líneas subterráneas de metro.
-En poco tiempo las grandes estaciones se fueron convirtiendo en nuestros refugios.
-En poco tiempo las grandes estaciones se fueron convirtiendo en nuestros refugios.
Nosotros
somos de La estación europea de Atocha. A lo que Robert responde, yo
era de cerca de allí.
-Somos de los pocos privilegiados de nuestra comunidad, los cuatro somos
científicos, dice Jan.
-Tenemos grandes conocimientos generales. -Alba en ciencias naturales. Paul en tecnología,
-Rebeca es una eminente doctora en medicina global. -Y yo en nueva
historia.
-Además
creo que hay varias versiones. -¡No!,
dice Jan, -sólo hay una, el sol se acaba. Otro silencio. Robert
pregunta, -¿cuántas estaciones hay?, y ¿cuantas personas viven en
ellas?. -No muchas, sólo se puede vivir en la mitad de la tierra.
-Prácticamente
todo el hemisferio sur está congelado. La tierra, sigue explicando
Jan, cuando dejó de recibir toda la energía del Sol, fue parando su rotación.
Robert,
pero que gilipolleces estás diciendo. -Es cierto, responde Alba, dejó
de girar. -Hace tiempo que no hay días, ni noches. El
silencio de nuevo.
-Tenemos
que salir de aquí, dice Robert. Imposible, Alba le contesta,
moriremos congelados. -Además
ahí fuera no hay nada. -Nosotros tenemos que intentar comunicar con
alguien para que vengan a buscarnos.
Robert,
-vosotros podéis hacer lo que queráis, yo tengo que averiguar que me
ocurrió, quién es toda esta gente y que diablos hacen aquí.
Se dirige hacia la apertura de donde viene el chorro de agua. De una
patada arranca una de las placas y pudo ver lo que había en el
exterior.
En
el cielo, el sol estaba eclipsado, como desdibujado, parecía
atardecer. Y sí, hacia mucho frío.
-No puedes salir con esa ropa dice Rebeca, espera, yo iré contigo. -Iremos todos, -también quiero ver que hay ahí afuera, dijo Paul.
-No puedes salir con esa ropa dice Rebeca, espera, yo iré contigo. -Iremos todos, -también quiero ver que hay ahí afuera, dijo Paul.
Jan
comenta al grupo, -en 2300 salió un traje para el cambio que se
avecinaba. Buscan entre los ficheros las fechas aproximadas. Van
reuniendo dichos trajes y algunos enseres para salir.
Se
ponen los trajes, y cuando Robert se coloca el suyo, algo le sucede.
El moreno de su piel desaparece. sus cicatrices. También el vello de su cuerpo,
incluso sus bonitos tatuajes.
-Pero
¿que me está pasando?. Rebeca le dice, -este tipo de trajes se
crearon para purificar.
-¿purificar?,
pregunta Robert alucinado. -Si, te acaba de chequear, por lo que si
tenías cualquier enfermedad o cualquier mal, te lo ha eliminado.
-¿cualquier mal?.
-Claro ahora entiendo porque ya no me duele la
cabeza, de hecho no me duele nada, responde Robert con cara de
sorpresa.
Salen
al tejado. Cuando los cinco están fuera todo está oscuro. La vista
se va acostumbrando y se puede ver el enorme tejado metálico.
Llegan
al borde y este tiene una altura considerable, -es imposible dicen los
cuatro, -esto es demasiado alto, y no se ve ninguna otra salida.
Robert
dice, -por aquí, se asoman y justo debajo se había formado una
montaña de arena. Robert no lo duda y salta. Está muy alto, pero la
inclinación y las dimensiones del montón de arena amortiguan su
caída. Los demás también saltan.
Bajan
la montaña, sacudiéndose el polvo y escupiendo arena. Llegan abajo,
desde donde se puede ver mejor la ciudad, o lo que queda de ella.
Una
ligera racha de viento termina de llevarse la gran polvareda, y
Robert reconoce el lugar.
Muchos
edificios estaban completamente derrumbados, pero curiosamente los
más antiguos se encontraban menos dañados. El Palacio Real, La
Almudena, incluso la estatua de Neptuno seguía con su tridente es la
mano.
Una
ciudad de Madrid completamente desolado, barrios cubiertos por
completo por arena, una arena muy fina como si del desierto se
tratara.
-Te
lo dije Robert, aquí ya no hay más que polvo, le dice Rebeca
tomando su mano, pues una gran pena se podía ver en los ojos de
Robert, -¿dónde estaba tu casa?, Robert mira hacía el sur de
Madrid, y le contesta, -hace mucho que no se cual es mi sitio.
-Esto
es muy extraño, aquí no hay vida porque no hay personas, claro
Robert, y no hay personas porque sólo hay polvo, contesta Rebeca.
-Si,
pero esto no es una glaciación, nos hubiéramos congelado, -¿dónde
está el hielo?. Jan dice, -claro estamos a salvo gracias a estos
trajes, son antiguos pero funciona perfectamente, son muy aislantes.
En
ese momento Robert se quita el traje, justo delante de una famosa
tienda de ropa.
Cogió una piedra del suelo, y la lanzó contra el
escaparate, la luna se hace añicos. Pasa
al escaparate y le quita la ropa a un maniquí, cazadora guantes,
gorro y bufanda.
Se
lo pone y les dice, -veis ya no tengo frío, -esto no ha sido la
causa de este desastre.
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